En la vasta tapestría de la tradición navideña, la imagen de la estrella de Belén resplandeciendo en el firmamento nocturno, guiando a los Reyes Magos hacia el nacimiento del Mesías, es una de las más perdurables y poéticas. Sin embargo, lo que muchos desconocen es la transmutación artística e histórica que ha sufrido esta estrella, pasando de ser un astro refulgente a un cometa. Esta metamorfosis iconográfica tiene su origen en la intersección de la fe, la astronomía y el arte, personificada en la vida y obra del pintor italiano Giotto di Bondone (1267-1337).
Giotto, un maestro del Renacimiento temprano, fue también un testigo de los espectáculos celestiales que de vez en cuando se cernían sobre el viejo mundo. En el año 1302, tuvo el privilegio de observar el paso del cometa Halley, una visita estelar que sucede aproximadamente cada 76 años. Este fenómeno celestial dejó una impresión indeleble en Giotto, una impresión que posteriormente transpondría en el lienzo.
El cometa Halley no fue solo un mero espectáculo para Giotto, sino una inspiración divina que reconfiguraría la representación de la estrella de Belén. En 1305, a través de su obra magistral La Adoración de los Reyes Magos, Giotto innovó al representar la estrella de Belén como el cometa Halley, presidiendo la escena sagrada con su estela brillante y etérea. Esta representación no fue arbitraria; estaba respaldada por las palabras de uno de los Padres de la Iglesia, Orígenes, quien en el siglo III proclamó que un cometa fue la guía celestial de los Reyes Magos.
Antes de Giotto, la estrella se representaba conforme a los evangelios apócrifos, como un sol oscuro o una estrella de brillo peculiar sobre la escena del Nacimiento. Pero Giotto, con su pincel, desafió la tradición y alineó la narrativa cristiana con un fenómeno astronómico real y observable.
Posteriormente, los estudios astronómicos corroboraron que el paso del cometa Halley por el Oriente Medio ocurrió en el año 12 a.C., mucho antes del nacimiento de Cristo. No obstante, la imagen del cometa como la estrella de Belén, inaugurada por Giotto, perduró, fusionando la historia bíblica con la astronomía en una simbiosis que enriqueció la narrativa navideña.
La representación de Giotto no solo realzó la belleza y el misticismo del relato del Nacimiento, sino que también subrayó cómo los eventos celestiales pueden ser interpretados a través del prisma de la fe y la creatividad humana, creando así una resonancia simbólica que trasciende las épocas y continúa inspirando la imaginería navideña.