La celebración de la Navidad es una tradición arraigada en el corazón de muchos, una época que trae consigo una mezcla de emociones, recuerdos y tradiciones. Sin embargo, antes de sumergirnos en la alegría y el bullicio navideño, hay un periodo esencial que prepara el camino hacia el nacimiento de Jesucristo: el Adviento.
El Adviento, cuya palabra proviene del latín adventus, que significa venida o advenimiento, es mucho más que un mero preámbulo a la Navidad. En sus raíces, este tiempo no se destinaba a la preparación para la celebración del nacimiento de Jesús, sino para la segunda venida de Cristo o parusía, que los primeros cristianos creían inminente. Durante el Adviento, se meditaba sobre los pasajes bíblicos que hablan del fin del mundo, el juicio final, y la llamada de Juan el Bautista al arrepentimiento y la penitencia, preparándose así para este evento crucial.
Este periodo de reflexión y anticipación encontró su impulso inicial probablemente en las Iglesias Orientales, donde, tras el Concilio Ecuménico de Éfeso en el año 431, se acostumbraba a dedicar los sermones de los domingos previos a la Navidad al tema de la Anunciación. En el siglo V, se estableció por primera vez un ayuno para esta temporada, iniciando el 11 de noviembre, cuarenta días antes de Navidad. Este periodo comenzó a ser conocido también como la Cuaresma de San Martín, debido a la coincidencia con la festividad de este santo.
Con el tiempo, el Adviento fue evolucionando, y en el siglo VI, las seis semanas iniciales se transformaron en las cuatro actuales, marcando así un periodo particular entre la penitencia y la alegría, en espera del Cristo que está por venir. El Adviento comienza siempre en domingo, abriendo además el año litúrgico de la Iglesia, y abarcando cuatro domingos antes de Navidad. La fecha de inicio no es fija, ya que debe concordar una fecha móvil (un día de la semana, domingo) con otra fija (un día del mes, 25 de diciembre).
La duración del Adviento tampoco es fija y está vinculada a la festividad de San Andrés el 30 de noviembre. Puede empezar tan pronto como el 27 de noviembre o tan tarde como el 3 de diciembre, variando así entre veintiuno y veintiocho días.
Existió la creencia popular de que las cuatro semanas del Adviento simbolizan los cuatro mil años de oscuridad antes de la llegada de Cristo. Hoy, este periodo conserva tres sentidos de espera: la venida del Niño Dios ocurrida hace dos mil años, la venida anual referida al nacimiento real de Jesús en nuestras vidas, y la que se espera en el futuro con la vuelta de Jesús, ya no como un bebé, sino como rey.
A pesar de que muchos asocian este tiempo solo con las compras navideñas, el Adviento invita a una preparación más profunda y reflexiva. Invita a renovar la fe, a esperar con alegría la venida de Cristo y a preparar el corazón para recibir el verdadero sentido de la Navidad. Por lo tanto, el Adviento no es solo un preludio de la Navidad, sino una invitación a la reflexión, a la preparación espiritual y a la reafirmación de la fe en espera del advenimiento de Jesucristo.