Adestes Fideles y las travesías de su origen: De Ángeles a autores terrenales

El villancico Adestes Fideles resuena en las iglesias y hogares durante la época navideña, evocando una solemnidad que transporta a los oyentes a un pasado sacro. Sin embargo, su origen ha navegado por un mar de confusión, siendo atribuido a entidades y personajes tan diversos que su verdadera procedencia se convirtió en un enigma musical. Las notas de este himno, que han vibrado a través de los siglos, llevan consigo historias de atribuciones equivocadas y descubrimientos tardíos que añaden una capa de misterio a su reverente melodía.

Durante mucho tiempo, se creyó que este villancico era obra de seres celestiales, de los primeros cristianos, o incluso de San Buenaventura, con la música compuesta por el maestro de capilla del rey de Portugal, Marco Antonio de Fonseca. Estas atribuciones, aunque erróneas, añadieron una aura de divinidad y antigüedad al Adestes Fideles, elevando su estatura en el repertorio navideño.

La realidad, no obstante, se desvela menos mística pero igualmente fascinante. El Adestes Fideles fue creado en el siglo XVIII por el británico John Francis Wade, con la música compuesta por otro inglés, John Reading. La traducción de este himno a idiomas romances tomó más de un siglo, consolidando su presencia en las celebraciones navideñas a lo largo de los siglos.

Esta confusión en la autoría no es exclusiva del Adestes Fideles. Otros villancicos, como el famoso Joy to the World, sufrieron destinos similares. Durante mucho tiempo, se atribuyó a Haendel este villancico, gracias a la intervención de Lowell Mason, un compositor inglés que, en 1839, puso música a una traducción del Salmo 98 por Isaac Watts. Mason, admirador de Haendel, hizo creer, en un peculiar homenaje, que la melodía era del genio alemán.

Un caso adicional es el del villancico El pequeño tamborilero, que muchos asumieron de origen español debido a la popularización por el cantante Raphael en 1965. Sin embargo, el copyright del villancico data de ocho años antes, firmado por tres autores anglosajones. Fue Frank Sinatra quien inmortalizó The little drummer boy con su voz inconfundible.

La historia del Adestes Fideles, al igual que otros villancicos, es un testimonio de cómo la música navideña trasciende fronteras y tiempos, uniendo culturas en una celebración común. A pesar de las confusiones en su origen, el espíritu de la Navidad se refleja en cada nota, resuena en cada acorde, narrando historias de fe, esperanza y alegría.

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